¿Cómo puedo controlar lo que siento?
- Ana C Zamora
- Jun 5
- 2 min read
Es común que no tengamos conciencia de nuestras emociones a menos de que sean desagradables y abrumadoras. Sin embargo, siempre están presentes y son esenciales dirigiendo nuestros comportamientos y pensamientos. Las emociones nos dirigen aunque no lo estemos reconociendo. Por ello, en lugar de buscar controlarlas, es mucho mejor reconocerlas, validarlas y regularlas.
La regulación emocional es una habilidad que se desarrolla a lo largo de la vida, iniciando con el apoyo de los padres y cuidadores que a través de la creación de espacios seguros pueden participar en la corregulación de los infantes, para que así aprendan la autorregulación a lo largo de su desarrollo. La autorregulación es la capacidad para reconocer las emociones y modularlas para poder afrontar adecuadamente los retos de la vida. Esto implica reconocer lo que sentimos y usar recursos internos para mantenernos en equilibrio. Por otro lado, la corregulación es el proceso por el cual dos o más personas participan apoyándose para que puedan experimentar sus emociones dentro de un marco de contención y acompañamiento. El ser humano es social por naturaleza, por ello la corregulación crea las condiciones para que la autorregulación emerja. Un niño aprende a calmarse porque un adulto lo calma primero. Lo mismo ocurre en relaciones adultas saludables.
Algunas estrategias que nos pueden ayudar a desarrollar la autorregulación son las siguientes:
Movimiento consciente: prácticas como el yoga, tai chi o danza ayudan a liberar la tensión y activar el sistema nervioso parasimpático, que induce calma.
Atención al cuerpo (interocepción): aprender a sentir lo que pasa dentro del cuerpo a través de prácticas de mindfulness es clave para conocer nuestras experiencias emocionales.
Conexión social segura: estar con personas con quienes sentimos confianza y aceptación, calma las reacciones emocionales.
Tono de voz suave y contacto visual empático: estas señales activan redes cerebrales de calma, incluso en momentos difíciles.
Respiración lenta y profunda: especialmente la exhalación larga ayuda a regresar al equilibrio.
Escritura o narración segura: expresar lo vivido en un entorno protegido ayuda a reorganizar la experiencia emocional y devolverle al cerebro su poder integrador.
No se trata de evitar las emociones, sino de aprender a transitarlas con recursos. El cuerpo es el escenario donde ocurre el drama emocional —y también puede ser el lugar donde comience el camino a la regulación.
“La seguridad no es la ausencia de amenaza; es la presencia de conexión.” — Stephen Porges

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